Tras la conferencia los 150 asistentes se convirtieron en participantes. Divididos en pequeños grupos tuvieron que realizar un invento que fuese útil para un objetivo en concreto.
Disponían de los más variopintos materiales y tenían que combinarlos con ingenio, una pizca de humor pero también la seriedad de buscar soluciones para un problema establecido.
Se palpaba el bullir de las mentes, las manos colaborando en la elaboración de artefactos, algunos de una bella simplicidad y otros complejos y hasta con tintes surrealistas.
Después hubo la presentación de cada invento, grupo tras grupo, con una sola norma: síntesis en la explicación. Esquematización de ideas. Concreción de conceptos.
Al final hubo un grupo ganador: un invento dirigido a los niños de escuelas rurales del tercer mundo, que tienen que desplazarse largas distancias, para motivarles a ir a clase. Una «Caja Mágica» que, tal vez, algún día veamos en un documental.