Hay retos que son difíciles aunque no lo parezcan, y uno de ellos es conseguir hacer reír la gente.
Una reunión selecta en Madrid, una zona privatizada de un buen hotel, unas copas después de cenar, y un camarero que de repente se gira hacia los asistentes y empieza a actuar en un monólogo un poco surrealista y desconcertante.
Muchos humoristas no se atrevieron a enfrentarse ante un público tan reducido y tan cercano: nuestro crack tardó aproximadamente cinco segundos en arrancar las primeras sonrisas… y diez para convertirlas en carcajadas!
Un éxito más meritorio de lo que parece.